Bloody es la historia de un voyerista silencioso que espía una escena cargada de erotismo en una casona gótica. Afuera, niebla densa. Adentro, una rosa se deshoja sobre un mesón húmedo. Los pétalos marcan un sendero oscuro que guía hacia un deseo secreto. Hay velas encendidas, una chimenea ardiendo, y un aire espeso que mezcla humo, piel y terciopelo. El no interrumpe: contempla. Habita la escena desde el borde, como si el perfume la hubiera convocado sin palabras. Bloody no se lleva puesto: se atraviesa. Es la hoguera interna de quien desea sin ser vista.